Todos conocemos, o debiéramos conocer, a Antonio Gala. Unos, la gran mayoría, por su faceta de novelista, otros puede que por la de dramaturgo, otros lo conocerán como ese pintoresco señor de habla curiosa y amanerada, ese que disfruta entrando en jardines que no son suyos, ese que goza creando polémica, ese hombrecillo andaluz como el solo que va por doquier acompañado por uno de sus miles de bastones. Y la gran minoría lo conocerá por lo que en verdad es y por aquello para lo que en verdad sirve Antonio Gala. Es poeta y sirve para escribir poesía.
No le sacado mucho partido Gala a su faceta de poética. Tampoco creo que se le haya reconocido demasiado como poeta. Puede que sea por ser excesivamente clásico que, aunque no demasiado en forma, si lo es en contenido.
Gala es un poeta muy andaluz. Terriblemente andaluz. Es todo color y sentimiento. Recuerda mucho a Antonio Machado cuando habla de luces y paisajes, a Rafael de León, ese gran olvidado, cuando expresa sentimientos desamor, a Lorca en el hablar popular. Es poesía andaluza. Sin duda lo es. Es constante la evocación a aquellas tierras, bien sea por los topónimos que nombra, bien por el paisaje o el color, por lo árboles…
Uno de los mejores poemarios que he leído es de Gala precisamente. Sonetos de
Pensad por un momento lo que puede salir de la pluma de un hombre de extraordinaria sensibilidad que acaba de abandonar la cartuja, ni más ni menos, reñido con su entorno y familia y que abiertamente declara ya su homosexualidad. Una bomba de dolor, nostalgia y melancolía. Precioso.
De esas tardes de oración en la cartuja, de ese silencio de los hijos de San Bruno, de esas cartujanas meditaciones sobre la muerte y nadedad del mundo, del dolor de saber que lo que se siente es contranatura, del querer y no poder, de la no correspondencia… de ahí nacen los sonetos de
El que hoy os traigo es uno de los más bellos del libro. El número 41.
Si alguno de vosotros es tan afortunado de conocer ese soneto de Lope “Desmayarse, atreverse, estar furioso” o “Ir y quedarse y con quedar partirse” o aquel otro de Quevedo “Es hielo abrasador, es fuego helado” reconocerá aquí algún eco de la poesía del siglo áureo. Algo más desnuda que en Quevedo, algo más dulce que en Lope.
Leéroslo y nos vemos al final.
Sonetos de
Triste de juramentos y traiciones
ya no sé si te quiero o no te quiero.
Si perdonar tú desamor prefiero
o prefiero que tú mi amor perdones.
Eres mi campo de contradicciones:
enemigo hoy, mañana compañero.
Para ser como tú, falso y sincero,
falta haría en tener dos corazones.
Ante tus puertas sin abrir me quedo.
Cansado de tú llama y tú tibieza,
ni puedo darte, ni pedirte puedo.
No le respondas nunca a mi torpeza,
pues tengo a tú respuesta tanto miedo,
que prefiero la duda a la certeza.
El baile o juego de conceptos contrapuestos aparece desde el principio. Y cualquiera que haya amado y sufrido por amor entiende este poema.
El comienzo ya es demoledor:
Triste de juramentos y traiciones
ya no sé si te quiero o no te quiero
Quien, amando locamente, no se ha sentido traicionado por la persona amada después de mil suplicas de perdón y juramentos, después de ceder, después de llorar y sufrir… todo por no perder a quien se quiere. Esa sensación de decir: “estoy dispuesto a sufrir con tal de estar contigo” y ver que al final reina la incertidumbre, la tristeza crónica… y aun estando enamorado dudar de si se ama o no se ama.
Gala entra a sangre y fuego en la sensibilidad del lector y a este no le queda más remedio que ponerse en la piel del autor, no entraré en el tema del “yo” literario que tantas discusiones me acarreó con Banús, y sentir.
La segunda parte del primer cuarteto no le va a la zaga a la primera mitad:
Si perdonar tú desamor prefiero
o prefiero que tú mi amor perdones.
Gran juego de conceptos y palabras. Perdono tu desamor, aunque lo haya dado todo y tu no me quieras, pero…¡quién soy para perdonarte nada! Solamente te he molestado, perdóname el quererte. Perdóname. Me duele el mero hecho de que me duela el quererte.
Es dramático y conmovedor.
Eres mi campo de contradicciones:
enemigo hoy, mañana compañero.
Para ser como tú, falso y sincero,
falta haría en tener dos corazones.
Toma cuarteto. No creo que haya palabras para describir lo que uno siente cuando lée esto, cuando uno entiende lo que encierra este magistral cuarteto.
Esa persona querida personifica todas las contradicciones que el amor me produce. Ya estamos en completo diálogo con Lope y Quevedo. Todo es contradicción y se plasma de maravillas en los versos centrales del cuarteto: “enemigo hoy, mañana compañero”, tú “falso y sincero”. No puede vivir contigo, ni quiero vivir sin ti.
El hecho de que la misma persona nos parezca tan distinta en ocasiones no es porque el ser amado lo sea, sino, porque el enamorado al estar sometido al enamoramiento (distorsión maníaca de la realidad) en tiende la actitudes del ser querido de manera totalmente arbitraria y además es consciente de eso. Gala lo dejar ver.
El colofón del cuarteto es conmovedor. ¿Cómo puedes ser tan cabrón y tan dpm a la vez? No me lo explico. Hay que tener dos corazones para hacer eso.
Sabina, Mecano… tienen canciones en las que estas ideas y actitudes se hacen presentes.
Ante tus puertas sin abrir me quedo.
Cansado de tú llama y tú tibieza,
ni puedo darte, ni pedirte puedo.
No le respondas nunca a mi torpeza,
pues tengo a tú respuesta tanto miedo,
que prefiero la duda a la certeza.
Y que decir de estos tercetos. Estoy cansado de tus cambios de comportamiento. No me dejas que te dé, no me dejas entregarme, pero tampoco tu me das nada, no me dejas tenerte. Perdóname por quererte, perdóname otra vez y no respondas bruscamente a mi torpeza, aunque ya se que no te puedo querer no lo puedo evitar y te quiero. Pero no quiero que llegue esto a una resolución. No quiero acabar con esto. Por eso no abriré las puertas, por eso no quiero saber tu respuesta, no vaya a ser que eso signifique el perderte. Prefiero pensar que no me quieres tener firme conocimiento de ello. Prefiero seguir queriéndote sufriendo, a no sufrir y perderte.
El amor tiene algo de masoquista. “olvidar el provecho, amar el daño” diría Lope, “es herida que duele y no se siente” diría Quevedo, “aunque a veces tu orgullo me tortura de mi puesto de amante no dimito” diría Rafael de León, y otros tantos que magistralmente hablaron sobre el amor.
Espero que os haya gustado este soneto de Gala. Habrá más.
Es sencillamente hermoso, gracias por tus enseñanzas
ResponderEliminar