viernes, 19 de marzo de 2010

C’è la neve nei miei ricordi

Esta semana a sido muy rara. Escribiendo una par de sonetos por ecargo me he metido por un camino del cual no puedo salir y creo que no quiero salir. Muy raro todo. Los días se me hacen reros desde el lunes pasado. Todo. Es una estupidez curiosa y rara. Todo parece hablarme y las pupilas se me llenan de recuerdos al ver cualquier esquina. Oh.... extraño. Estoy triste pero esta tristeza me causa alegría y a lavez esta alegría alimeta a la tristeza.
Llevo una semana sin poder quitarme etos versos de la memoria:

C’è la neve nei miei ricordi
c’è sempre la neve
e mi diventa bianco il cervello
se non la smetto di ricordare
tanto qui sotto, nulla è peccato.


Y nada. Me vuelven loco estos versos y me enamora la música que inspiraron los mismos. Llevo cuatro días pensando que el amor todavía existe y el hombre no es tan miserable como mis ojos ven. Os regalo tres videos y me entendereis. 1 2 3
Cortesía de la sensibilidad y el gusto de Paolo Buonvino. El poema no he podido saber de quien es.

martes, 9 de marzo de 2010

Soneto de Alberti


Soneto de Rafael Alberti. En este caso lo encontre en una antología de poesías de amor que compré en Barcelona cuando fuimos de viaje de estudios. In illo tempore... y mientras el resto se gastaba la perras en sala de juegos que había al lado yo lo hacía en una vieja pero inmensa librería. Qué cosas. ¿no me voy a sentir extraño entre mi gente?.

De vuelta a Calella el resto cantaba Skape y yo, en mi sitio, pegado a la ventana viendo morir al sol sobre tierra gerundense escuchaba a Aute y lloraba con Alberti. Benditos 14 años.

Este poema siempre me ha resultado... cómo decirlo... ¿animante, animador? no encuentro la palabra. Me pasa mucho de un tiempo a esta parte. Yo también soñaba con poder decir lo que decía Alberti pero de corazón, no solo recitando.




Te digo adiós, amor, y no estoy triste.
Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,
un solo beso lento y prolongado
que se truncó en dolor cuando partiste.

No supiste entender, no comprendiste
que era un amor final, desesperado,
ni intentaste arrancarme de tu lado
cuando con duro corazón me heriste.

Lloré tanto aquel día que no quiero
pensar que el mismo sufrimiento espero
cada vez que en tu vida reaparece

ese amor que al negarlo te ilumina.
Tu luz es él cuando mi luz decrece,
tu solo amor cuando mi amor declina.


lunes, 8 de marzo de 2010

Si el hombre pudiera decir


Cuando nos enseñaban fatalmente literatura en el instituto, más por exigencias del programa que por incapacidad del profesorado, en el libro de texto topé con este poema de Cernuda que desde entonces leo y releo y no me canso de leer. Estaba al final del libro, en ese apartado que viene al final y que todos ignoran dentro de una puequeñísima antología del 27. Vamos, que en 15 páginas te entraba una antología que resumía la historia de la literatura desde el Duque de Rivas a Gil de Biedma. Casi nada.
Me parece, como casi todo en Cernuda, desgarrador:


Si el hombre pudiera decir
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo.
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Luis Cernuda

martes, 2 de marzo de 2010

¿Dónde estabas, Dios?

Me acuerdo que cuando la tierra tembló en L'aquila el Papa hizo una visita a las dos semanas a lugar del seísmo. ¿Dónde estabas, Dios? preguntaba el Romano Pontifice, lo mismo que Juan Pablo II, creo, en Birkenau.

Haití se ha ido al carajo, Chile va camino. Ayer escuchaba a cooperantes internacionales que han corrido a Chile y comentaban que el pillaje ya es pan de cada día e impera ya la ley del más fuerte a la hora de buscar comida o recibir la ayuda que se reparte. Los muertos se cuentan por miles.

Y ¿Dónde coño estás, Dios? ¿cómo consientes estas cosas? Ya no me sirven las respuestas teológicas al uso. Nada pasa sin que Dios lo consienta, es lo que siempre me han dicho. ¿A qué juegas, Dios?¿es que te aburres y de vez en cuando te da por cargarte a gente? Los pecados del mundo son muchísimos pero no creo que eso justifique lo que estas consintiendo, pues ¿no fuiste tú quien hizo matar a su hijo para mostarnos tu amor? ¿no eres tú el misericordioso? Las matanzas masivas creía que las habías olvidado en el Antiguo Testamento.

Lo que más duro se me hace es que no puedo dejar de creer que existes. Es más, no puedo dejar de pensar que todo lo que ha pasado el por algo que, viniendo de Tí, no puede ser malo. Eso creo. No hagas que me arrepienta.

Un poeta chileno presta estas palabras que JN cuelga también en su blog:

Pasarán estos días como pasan
todos los días malos de la vida
Amainarán los vientos que te arrasan
Se estancará la sangre de tu herida

El alma errante volverá a su nido
Lo que ayer se perdió será encontrado
El sol será sin mancha concebido
y saldrá nuevamente en tu costado

Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?

Y una voz te dirá: ¿Que no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
es el que hace volar a las gaviotas.