viernes, 25 de septiembre de 2009

Eres un buen momento para morirme.


Me embarqué hace unos meses en la aventura literaria de traducir a un poeta, por desgracia desconocido para la gran multitud, de nombre Félix Francisco Casanova. Me ha llevado tiempo pero hoy he concluido. Han sido traducidos un par de poemarios sacados del libro La memoria Olvidada. Una maleta llena de hojas y Agua negra.

Casanova ya está disponible en euskera. Ha sido difícil la labor de traducción, Casanova es un tío que utiliza mucha imagen, mucho símbolo, mucho juego de palabras y hace un excelente uso de la legua castellana. No obstante estudiaba filología hispánica cuando falleció. 19 años tenía y en tan breve tiempo nos dejó una interesantísima obra poética y un preciosa obra en prosa. Parece ser que se suicidó.

Es junto con Leopoldo Maria Panero el que mejor encarne la idea de poeta maldito en nuestra literatura. Panero, que por cierto, es de la generación del poeta canario.

Hoy os traigo aquí el último poema que escribió Casanova antes de morir, exactamente la víspera, y que ha sido el último poema que he traducido.

Amaneciendo y anocheciendo

a un mismo tiempo,

cariño, ¿no es ésta la forma

en que te gustaría vivir?

En mi cabeza hay un álbum

de fotos amarillentas

y lo voy completando con mis ojos,

con los más leves ruidos,

atrapando olores en el aire

y en cada sueño que sueño.

¿Sabes una cosa, pequeña?

La última página de mi álbum

tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,

un disco de rock’n’roll

y calcetines de colores.

Mis ojos han sido rápidos,

te he hecho el amor con la ropa puesta

a través de una

larga pajita dorada

mientras cruzabas la calle

con el cabello ardiendo.

Pero ahora son tus pies

quienes dan mis pasos,

¡así que no te equivoques

pues me caería!

Te bebo en cada vaso de agua

que sacia mi sed,

mis palabras son claras como niños pequeños

o espesas como semen empapando cortinas,

pero hoy tengo que inventar

un nuevo idioma

para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos

y los gritos de euforia

de la gente que vive en tu cabeza.

Debes saber que a veces

soy como un entierro interminable,

siempre triste y azul

subiendo y bajando

por la misma calle.

Pero otras veces soy un río de risa

corriéndome por toda la ribera,

haciendo el amor a la mar,

una felicidad contagiosa,

un revólver de amor, nena,

y voy a disparar justo a tu corazón

¡bang, bang!

¿te di?

Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,

montaña de aguardiente

y tarde rojiza.

Eres un buen momento para morirme.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Ennio Morricone

Recojo este artículo de RD, que a su vez lo saca de Zenit, agencia periodistica católica. Habla sobre mi admiradísimo Ennio Morricone.

Puede que usted no reconozca su nombre pero seguramente ha escuchado su música. El maestro Ennio Morricone es ampliamente considerado uno de los mejores compositores de partituras de películas de Hollywood.

Más conocido por las memorables y melancólicas bandas sonoras de los "spaghetti westerns" de los años sesenta, como "El bueno, el feo y el malo", "Por un puñado de dólares", y "Hasta que llegó su hora", para muchos católicos quizá es más apreciado por su conmovedora partitura de "La Misión", un filme de 1986 sobre los jesuitas misioneros en la Sudamérica del siglo XVI.

Pero su aportación a la industria del cine se extiende más allá de su más famosas obras, habiendo escrito la partitura de unos 450 filmes y trabajado con los principales directores de Hollywood, desde Sergio Leone a Bernardo Bertolucci, Brian De Palma o Roman Polanski.

Y con 80 años sigue en plena ebullición. El legendario compositor acaba de terminar la banda sonora de "Baaria" de Giuseppe Tornatore, una película italiana que abrió el Festival de Cine de Venecia de este año, mientras que Quentin Tarantino le invitó a escribir la partitura de su último filme "Bastardos sin gloria" (dificultades de calendario impidieron a Morricone escribirla, pero permitió a Tarantino usar en su lugar pasajes de su obra previa en el filme).

El renombrado compositor italiano también sigue obteniendo premios prestigiosos: a principios de este año, Nicolas Sarkozy, presidente francés, le nombró Caballero de la Orden de la Legión de Honor, el más alto galardón del país. Esto se suma a una larga lista de otros reconocimientos mayores, incluyendo el Premio Honorífico de la Academia, cinco nominaciones al Oscar, cinco Baftas y un Grammy.

A pesar de eso, el maestro Morricone, que nació en Roma, prefiere mantenerse fuera de las cámaras y raramente concede entrevistas. Por lo tanto, fue una sorpresa cuando amablemente accedió a hacer una excepción para invitar a ZENIT a su apartamento en el centro de Roma para hablar principalmente sobre su fe y su música.

En su casa destaca un impoluto gran piano negro al lado de la ventana de un gran cuarto de estar decorado con gusto, artísticamente revestido de murales, cuadros clásicos y paneles de caoba. Pero Morricone, casado, con cuatro hijos ya mayores, es un hombre humilde sin aires, y responde a las preguntas al modo típicamente romano: directamente y al grano.

Inspiración

Empiezo preguntándole si su música, que muchos consideran muy espiritual, está inspirada por su fe. Aunque se describe como un "hombre de fe", adopta un punto de vista muy profesional sobre su trabajo.

"Pienso en la música que tengo que escribir, la música es un arte abstracto --explica--. Pero, por supuesto, cuando tengo que escribir una pieza religiosa, ciertamente mi fe contribuye a ello".

Añade que tiene interiormente una "espiritualidad que siempre permanece en mi composición", pero no es algo que desea hacer presente, sencillamente la siente.

"Como creyente, esta fe probablemente está siempre allí, pero corresponde a los otros darse cuenta de ella, los musicólogos y quienes analizan no sólo las piezas de música sino que también tienen una comprensión de mi naturaleza, y de lo sagrado y lo místico", explica.

Ahora bien, reconoce que cree que Dios le ayuda a "escribir una buena composición, pero esa es otra historia".

Da una similar respuesta profesional y honesta cuando se le pregunta si tiene algún remordimiento al escribir música para filmes gratuitamente violentos.

"Se me pide ponerme al servicio al filme --dice--. Si el filme es violento, entonces compongo música para un filme violento. Si un filme es sobre amor, trabajo para un filme de amor. Quizás puede haber filmes violentos en los que hay sacralidad o elementos místicos, pero no busco voluntariamente estos filmes. Trato de conseguir un equilibrio con la espiritualidad del filme, pero el director no siempre piensa de la misma manera".

Ennio Morricone inició su carrera musical en 1946 tras recibir un diploma de trompeta. Al año siguiente, era ya compositor de música de teatro, así como músico en una banda de jazz para mantener a su familia. Pero su carrera en la música cinematográfica, que empezó en 1961, se inició un par de años después cuando comenzó a trabajar con su viejo amigo de escuela, Sergio Leone y su serie de "spaghetti westerns".

Quizá es más famoso por este género, a pesar de que dice que estas películas constituyen sólo el ocho por ciento de su repertorio, y que rechazó un centenar de otras películas similares. "Todos me pedían hacer westerns --reconoce--, pero intenté no hacerlos porque prefiero la variedad".

Un milagro técnico


Hablando de la "La Misión", dice que lo grande de la partitura de este filme era su "efecto técnico y espiritual". Con ello, se refiere al modo en que logró combinar tres temas musicales de la película. La presencia de violines y el oboe del padre Gabriel representa "la experiencia del Renacimiento del progreso de la música instrumental". El filme luego se mueve hacia otras formas de música que surgieron de la reforma de la Iglesia del Concilio de Trento, y acaba con la música de los nativos indígenas.

El resultado fue un tema "contemporáneo" en el que los tres elementos --los instrumentos que surgieron del Renacimiento, la música reformada posconciliar, y las melodías étnicas-- se combinan armoniosamente al final del filme.

"El primero y el segundo tema van juntos, el primero y el tercero pueden ir juntos, y el segundo y el tercero van juntos --explica Morricone--. Esto era mi milagro técnico y creo que fue una gran bendición".

El compositor italiano asegura que no tiene una fórmula para una partitura cinematográfica de éxito.

"Si lo supiera, habría escrito más música como ésta", dice añadiendo que la calidad de la música depende de si está feliz o triste.

"Cuando era menos feliz, siempre me salvé con profesionalidad y técnica", reconoce.

No menciona ninguna pieza o película favorita. "Me gustan todas porque todas me han dado algún tipo de tormento y sufrimiento cuando trabajaba en ellas, pero no debo y no quiero hacer distinciones", dice.

Pasamos al tema de otro sutil músico: el Papa Benedicto XVI. Morricone dice que tiene "muy buena opinión" del Santo Padre. "Me parece que es un Papa de mente sabia, un hombre de gran cultura y también gran fuerza", afirma.

Es especialmente elogioso con los esfuerzos de Benedicto XVI de reformar la liturgia, un asunto que Morricone siente con gran fuerza.

"Hoy la Iglesia ha cometido un gran error, retrasando el reloj 500 años con las guitarras y las canciones populares --argumenta--. No me gusta nada. El canto gregoriano es una tradición vital e importante de la Iglesia y desperdiciarlo por mezclas de palabras religiosas y profanas de chicos, canciones occidentales es extremadamente grave, extremadamente grave".

Afirma que es volver atrás las manecillas del reloj porque lo mismo sucedió antes del Concilio de Trento cuando los cantores mezclaban lo profano con la música sagrada. "El Papa hace bien en corregirlo --observa--. Debería corregirlo con mucha más firmeza. Algunas iglesias han tenido en cuenta sus correcciones, pero otras no".

El maestro Morricone parece en forma y considerablemente más joven de su edad, lo que le permite seguir dando conciertos alrededor del mundo. De hecho, está más solicitado que nunca: el próximo mes interpretará sus bandas sonoras en al Anfiteatro de Hollywood Los Angeles.

A pesar de toda esta fama y distinciones, este famoso compositor no ha perdido nada de su humildad y realismo romano. Es quizás esto, más que sus conmovedoras y únicas composiciones, lo que le hace de él uno de los grandes de Hollywood.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Comentario a una escena


Solamente un breve comentario a cierta escena que vi por la televisión el otro día.

Resulta que declaraba Garzón en la Audiencia Nacional en calidad de imputado por la denuncia que le habían puesto los del sindicato, échale huevos, Manos Limpias. Y se armó la de Dios.

En este país somos muy folklóricos y cada vez que hay algún asunto de alcance o que tenga sustancia de algún tipo hay que hacer gala de ello y dar la nota todo lo que uno pueda y más.

Así pues, entraba Garzón a declarar y en la puerta de la Audiencia había montada una escandalera made in spain para solemnizar el acto como se debe. Y aquí viene la escena que quiero narrar. Empiezan unos con el cara al sol, otros que si hijo puta para arriba, hijo puta para abajo… ¡fascista! Decía uno, ¡Rojo! El otro… El asunto estaba caliente. Mucha gente joven y bastante gente mayor. Muchos de los jóvenes dando clases de historia a los mayores entre berridos y gritos.

Así estaba el asunto hasta que entra en juerga un señor ya mayor y le dice a una de las jóvenes que con gran entusiasmo dejaba ver que era del bando rojo y gustaba de llamar la atención “¡No dividáis España!” Así a simple vista no tiene la frase mayor trascendencia. La joven tira de repertorio y le suelta una soflama incendiaria de esas que sirven para arrancar aplausos del entregado público y el anciano nuevamente reitera “¡No dividáis España!”. La Joven guerrera, enervada, viendo además que no ha conseguido arrancar ni un solo aplauso en apoyo o ningún solo improperio en contra del señor al cual tiene de interlocutor (más por estar la gente a otra cosa) suelta la siguiente frase: “¿dónde tienes enterrado a tu padre? ¿Eh? ¿Eh?” respuesta del anciano “En Paracuellos del Jarama. Fin de la conversación.

Y entonces uno reflexiona, siendo rojo como uno es, que nuestros mayores día a día nos van dando lecciones que nosotros no queremos aprender hasta que nos tienen que pegar cortes de este tipo. Creo que hoy hay un desmedido afán por hacer resurgir el espíritu trentayseisista por parte de gente que no ha conocido, ya no la guerra incivil (que dice D.Gonzalo Santonja), ni tan siquiera la dictadura, o no por lo menos de manera consciente. No sé. No entiendo esa ansia de remover mierda que nuestros mayores se encargaron de tapar. Y cada día nos muestran que, aunque con dolor, ellos han perdonado. Sin ellos no reclamaron vendetta no lo debemos hacer nosotros. Se sufrió y mucho. Se hicieron las cosas mejor o peor. Pero ya está, ya pasó y juntos conseguimos, consiguieron, llevar a cabo un acto de concordia que fue la instauración de una democracia que nunca tuvo que haber desaparecido y una transición en la que se procuraron cerrar heridas. Mejor o peor, pero se hizo. Nunca llueve a gusto de todos pero por el bien común y con el sentido común que se le supone a todo ser adulto todos ganaron y todos cedieron.

Otro dia podremos hablar sobre exhumaciones y otros fantasmas.

Saber hablar es un dón, señores, pero saber callar es un bendición.

Descansen en paz todos los que perdieron la vida en aquellos tres tristes años que tiñeron la historia de España de un color que no tare buenos recuerdos.

Otoño


Jamás me ha gustado el otoño. Me deprime sobremanera, me pongo nostálgico, triste y bastante idiota y suelo llorar con facilidad. Casi compulsivamente devoro las obras completas de Becquer, ciertamente otoñal, y vuelvo a sentirme como un quinceañero rechazado por la niña de sus ojos. Fatal.

Pero a la vez juro que no imagino mi vida sin otoño. Tengo una vida muy otoñal. Es un tanto masoquista. He llegado al convencimiento de que me gusta sufrir y por eso tengo una extraña relación amor-odio con el otoño.

Aunque se dice que la primavera la sangre altera no soy de la misma opinión. El otoño la estación más proclive a los trastornos de todo tipo, sobre todo a los cambios súbitos de humor.

Me asaltan los fantasmas cada octubre, es matemático. No recuerdo haber vivido un otoño feliz y sin haber soltado lágrima. Me acuerdo de muchísimas cosas: de mis tiempos en el piso, de la vidilla nocturna, de las noches de guitarrero y cervezas, de los arrebatos poéticos cuando caía la tarde en la Higa de Monreal o en Aralar, las retiradas a Zamarce, Fito, Latzen, Mikel Urdangarin, Calle Melancolía, el Camino de Santiago, Roma con el cielo sangrientoEcce quomodo moritur, Blaid bei uns, resta con noi, Ubi caritasMiserere mei DeusTomas Luis de Victoria, Allegri, Lauridsenla rose complete, Cantique de Jean RacineAbandon entouré d'abandon, tendresse touchant aux tandresses, volverán las oscuras golondrinas

Y como no podría ser de otra manera me embarga una superlativa nostalgia de Dios que arrastro desde que tengo uso de conciencia pero que se agudiza en otoño.

Pues ese es el panorama.

Y claro, viendo todo esto uno ve que ya no hay nada que perder y que de perdidos al río y se empieza a suicidar día va y día viene. Y uno se declara a corazón abierto más valiente que nadie y… leñazo al canto. No soy novato en estos temas, creo que nunca he dejado de pegarme tortas.

Es entonces cuando me acuerdo de aquella amargamente hermosa canción del maestro José Alfredo titulada el último trago, que en el estribillo decía aquello de “nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores” y me da por llorar. Así, sin más.

El otoño solamente me ayuda en una cosa: me ayuda a escribir. Y eso…

Te odio otoño, pero no puedo vivir sin ti.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Lope


Hay veces en las que uno se para a meditar lo que lee. Es algo que se debería de hacer mas a menudo pero que pocas veces hace. Cada día me sucede más y además me gusta que me suceda. Solamente así uno gusta, aprecia y siente lo que reflejan o cuentan las páginas que la vista acaricia.
Últimamente me pasa muy a menudo esto de la reflexión profunda y casi siempre es el mismo autor quien me transporta a otro mundo, me conmueve o me da que pensar y admirar. Lope Felix de Vega y Carpio.
Maestro de maestros, de todos los maetros que haber podrá sobre la faz de la tierra.
Sufro y siento con el por ver en el hablar de su pluma un espejo de mi vida, salvando las distancias.
Hombre tan humano como divino. Puro corazón para todo. Vivió aceleradamente y creó lo que nadie ha creado. Biografía y obra son desmesuradas en este sentido.
Sufrir de amor. Lope me enseño a sufrir. “suelta mi manso mayoral extraño…” es el primer soneto que creo haber leído de Lope.
Uno se queda perplejo cuando ve a un personaje así: un donjuán nato, elegante, atractivo, inquieto, sacrílego, adultero como es este hombre. Un hombre que arrepentido escribe rozando la cima que bien pudiera poner un san Juan de la cruz en la literatura mística.
Lope hace temblar al corazón y estremecerse al alma. Sin remedio. Su pluma es la espada que a todo ser humano penetra. Conmueve sin remedio. Lope respira dolor y escribe dolor, respira vida y plasma vida. Extremos, el mismo lo dice.
La amargura de sus últimos años la vivió solo. Preocupado por ser sacerdote amancebado con una niña de 18 años a la cual tuvo que cuidar al quedarse ciega y enterrar, septuagenario, cuando murio sin cumplir los veinte tras dos años de triste locura. El amor de su otoño se llamo Marta de Nevares.
Tuvo que enterrar a muchos sus hijos, tuvo más de un decena, después de trabajar a destajo apara mantenerlos a todos con sus correspondientes madres. A todos los enterró menos a una, Marcela, monja, la única que le sobrevivió. Vio fallecer a sus nietos, entre ellos un capitán del ejercito que murió en Milán luchando por el rey.
Así nos quedan poemas como la elegía Lopillo, su hijo predilecto, que conmueve hasta al mas frió corazón.
Mure Lope en 1635, septuagenario, acuciado por deudas, penas y desgracias, temeroso de dios y desengañado del mundo. Nunca vio colmadas sus aspiraciones cortesanas ni sus pretensiones como literato. Si bien el pueblo siempre lo adoró nunca fue apreciado realmente por sus colegas poetas como un poeta culto.
Fue poeta del pueblo, pueblo que sintió sin duda su marcha de este mundo y su entierro en una infame fosa común de la cual ya no sabemos nada.
Non podemos rendir homenaje con una simple rosa al más prolífico escritor de la literatura española y universal, no tenemos lápida, ni huesos. Lope se perdió para siempre. Nos queda presente hoy en sus poemas y como nadie lo ha conseguido nunca Lope ha conseguido que en cada verso escuchemos su voz, esa que nunca conocimos pero que sin duda sabemos que es suya.
Espero que estés, maestro recitando en el cielo a todos aquellos a los que amaste y Amaste.
Salve Lope Félix, príncipe de los poetas.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Imágenes, palabras y signos.


No hace mucho que he terminado de leer un interesantísimo libro escrito por un filósofo español que pasó sus años de estudiante en Roma y las de profesos en Alemania, siendo profesor invitado en la Universidad de Navarra en la cual estudio yo. Imágenes, palabras y signos. Así se llama el libro que vivamente recomiendo leer. Estos dias y si la furia me dura os iré haciendo un pueño resumen de distintos capitulos del libro.

Abre Fernando Inciarte este libro con un capitulo que trata sobre el valor y la función de la imágenes, las palabras y los signos y se pregunta si estas herramientas no serán, no solo mediadoras sino sustitutivas de una realidad de la cual cada día sabemos menos y de la que nos distanciamos más.

De esta manera abre el capitulo con una reflexión sobre la técnica. Para ello empieza hablando de la presencia del ministro alemán de exteriores en un partido de fútbol. El ministro es captado durante unos segundos por una cámara y a eso se reduce su aparición en la pantalla.

Se pregunta Inciarte ¿en verdad le gusta el fútbol al ministro? ¿Quién sabe si la aparición podía estar pactada y nada mas saber esta se marcho del partido? Estas preguntas le hacen al filósofo pensar.

La técnica. El saber como y cuando para causar el qué. ¿Es tan solo figurar? ¿Es mera apariencia de cercanía con el pueblo lo que quería transmitir el ministro? Hace el autor una reflexión interesante al respecto:” poder hacer es saber cómo hacerlo”. Ciertamente así es, sino, uno no se atreve a dar una imagen que no es la suya corriendo el riesgo de quedarse en evidencia, ¿verdad? Todo esta estudiado para conseguir un fin, un efecto concreto.

Pero ¿se figura para justificarse? Ya podemos entrar en disquisiciones más profundas.

Se exponen ejemplos en libro como los de Richelieu o Luis XIV, gente que mandaba realmente y que sin embargo hicieron uso de la técnica o techné para tener buena imagen y quedar bien ante la opinión pública. Puede que aquí sí se pueda pensar en una figuración como el mero propósito de justificarse.

Luis XIV y Richelieu no fueron precisamente santos, la historia lo corrobora. Gente que intrigó hasta extremo y siempre anduvo envuelta en tejemanejes políticos. ¿Daban una imagen para tapar los males que dejaban atrás? Yo creo que sí.

Pero qué ironía o curiosidad, siendo la encarnación viva del absolutismo, se cuidaron de no dar mala imagen, como queriendo lavarse las manos de cara a la historia.

Muy al hilo de esto está la propaganda que actualmente se hace por los medios de comunicación pero que antaño se hizo por medio de los libros y el arte. Acordémonos de cuadros como Las lanzas o su versión teatral escrita por Calderón de la Barca, o de aquellas larguísimas alabanzas que hacían los poetas renacentistas y barrocos a los reyes donde se cantaban triunfos que jamás tuvieron lugar. Los faraones también actuaron así. ¿Cuántos murales en memoria de gestas bélicas faraónicas que en verdad fueron lo contrario? Ramses II fue un especialista en camuflar sus derrotas.

Inciarte lo dice, ¿no resultaron acaso los troyanos vencidos? ¿No eran un pueblo perdedor? Y sin embargo los romanos los tomaron como fundadores de su civilización extendieron su gloria y su recuerdo. Lograron un efecto mundial que, me aventuro a decir, dura hasta nuestro tiempo.

Cambiando de tercio entra ha hablar el escritor sobre la realidad introduciendo su planteamiento con una gran reflexión. Pone como ejemplo un objeto tan banal como puede ser el walkman, hoy ciertamente ya anticuado, pero llámese I-pod, Mp3 o Mp4.

Presenta D.Fernando una imagen muy común, ese que va por la calle ajeno a todo lo que le rodea ensimismado en lo que escucha por los cascos.

Yo he ido muchas veces y como yo muchos jóvenes y no tan jóvenes. Ahora reflexionando sobre lo dicho por el filósofo entiendo que la persona que lleva a cabo este acto vive en una realidad pero ajeno a ella o en una realidad despersonalizada, pero yo propongo otra idea. ¿No es esa, la realidad del que va absorto en sus músicas y pensamientos, a la vez una realidad efímera dentro de una realidad despersonalizada?

¿Acaso ese momento no acaba en el justo instante en que uno se quita los cascos?

Creo que la música tiende a transportar al que la escucha a otros lugares y lo adentra en un mundo de ideas y sueños, o al menos eso me pasa a mí, pero cuando desconectas… caes de nuevo a este mundo y esta realidad de la que te has intentado evadir.

El siguiente aparatado que se trata en el ensayo atañe al paraíso y solo quiero rescatar dos muy buenas ideas de lo expuesto en él.

Hemos progresado por haber sido expulsados del paraíso. Nos hemos tenido que buscar la vida y utilizar la herramienta más valiosa que Dios dio al hombre, la inteligencia. Y en ello estamos, progresando. Hay una frase de Einstein que ciertamente me infunde terror y es que “nuestro poder avanza mas rápido que nuestra sabiduría”, Ahí queda eso que, por cierto, da mucho que pensar.

Así mismo, si la afirmación del físico alemán resulta ser cierta, claramente nos dice que nos estamos equivocando, que avanzamos demasiado rápido para entender lo que hacemos, mas, ¿no es cierto que el progreso no puede ser posible sin error? ¿No fue la expulsión del paraíso fruto de un lamentable error? ¿No estamos avanzando precisamente por aquello? Todo acaba siendo un círculo, pero Inciarte de unas claves bastante acertadas en la página 27 del libro respecto a este tema.

¿Realidad o ficción? Esa la otra pregunta que se hace en este capitulo. Si 10 personas quedaran en el mundo y 8 estuvieran locas, sin duda la verdadera realidad para esos hombres habría de ser la que compartieran esos 8 locos y la de los 2 cuerdos.

¿Es la realidad un asunto de mayorías? ¿Se tienen que dar la mano realidad y verdad?

Si esto es así el mundo esta perdido.

No quiero tocar mucho este tema pero pongámonos en un caso actual, el aborto. ¿Si, y parece ser que sí, el apoyo al derecho de interrupción voluntaria del embarazo esta siendo tan grande en la sociedad española, es decir, si parece que la mayoría lo apoya, hace eso que el abortar sea un acto bueno?

¿Qué es la realidad entonces? Ya han hablado mucho distintos filósofos sobre el tema, puede que le más cercano a mí Schopenhauer. La cosa es difícil. Hay una obra que admiro que es La vida es sueño de Calderón y si bien resulta atractivo pensar que cada uno es lo que sueña, me parece tristísimo el pensar que nadie puede ser realmente consciente de la verdadera realidad.

Entra aquí Inciarte en diálogo con Duns Scoto y su pensamiento. Hay una reflexión interesante del franciscano y es que la abstracción es fruto del pecado original y no alcanza a entender la naturaleza tal cual es.

Un muy buen amigo mío filósofo y actualmente novicio jesuita solía decirme, por mi cercanía y cariño a los franciscanos, cuando hablábamos de temas filosóficos “los franciscanos a rezar y a ver pájaros y árboles, que para pensar están los dominicos y los jesuitas”. Puede que no le falte razón viendo a Ockham y a Scoto.

Termina el capítulo con unas reflexiones sobre el solipsismo que no me atrevo a comentar y sobre el concepto y el signo, preguntándose sobre la muerte de la metafísica. Vaya preguntita...


Puede que mañana más y mejor. Cuando entro con temas filosóficos...

lunes, 7 de septiembre de 2009

Recuerdos


Me sucede a menudo que me embarga la nostalgia y empiezo a recordar otros tiempos y otros personajes. Muchos de estos ya se han ido dejando un hueco irremplazable en mi corazón y memoria. Me sucede muy a menudo.

Hoy, revisando uno de esos numerosísimos cajones donde guardo recuerdos, papeles, cartas, partituras y todo un museo británico he encontrado la credencial de peregrino de Madrid 2003. En mayo de aquel año estuvo por última vez en España Juan Pablo II y yo lo ví.

¡Que manera de echarlo de menos! Ya son cuatro años, sin darse uno cuenta ya han pasado cuatro años.

Me llegan romanas noticias de que nos lo beatifican el próximo 2 de abril. Sin duda es una jubilosa noticia. Pero tampoco va por ahí mi escrito de hoy.

Juan Pablo II fue un ejemplo ya no solo por ser Papa. Farol fue un hombre que ya desde muy joven se hizo notar. Brillante como estudiante, activo en resistencia nazi, trabajador en las minas Solvay, marcadamente crítico con el régimen comunista, brillante profesor, carismático pastor y uno de los grandes intelectuales de la segunda mitad del siglo XX. Tampoco le costo mancharse la sotana pateando barrios de obreros y enfrentándose, pectoral al cuello a las fuerzas represivas comunistas.

Pero, con todo, Juan Pablo era algo más todavía que un cardenalillo majo, un papa excelente y todo lo antes dicho. Karol fue tío que nos dejo bien marcadito el camino a cuantos queremos sobrevivir siendo católicos en este infame mundo postmoderno. Y presto gran atención a los jóvenes.

Recuerdo como si fuera ayer aquel encuentro con el en Cuatro Vientos. Aquello que en principio parecía haber sido un fracaso de convocatoria se transformó inesperadamente en un hervidero que rozó el millón de almas. Desde las 10.30 de la mañana estuvimos en aquel aeródromo. Soportamos estoicamente los más de 40grados que nos cascó Lorenzo encima. Los bomberos nos mojaban con mangueras. Que grande fue aquello. Yo, más del norte que el mismo punto cardinal, me senté a tocar un ratito el cajón con unos gaditanos y sin quererlo acabe cantando la salve rociera. Los guipuzcoanos llevaron la trikitixa, un acordeoncillo diatónico de precioso sonido muy popular por el norte de Navarra y el País Vasco, y allí nos entretuvimos entre fandangos y porrusaldas.

La gente cantaba, rezaba, lloraba, dormía… hasta que hacia las 7.30 apareció el papamóvil abriéndose paso entre la multitud. Dentro: Juan Pablo.

Ciertamente el hombre estaba ya muy cascadillo. Se dudó incluso de que pudiera venir a Madrid. Pero vino. Joder si vino. Aquella tarde con nosotros pareció resucitar.

Recuerdo como caía la tarde, resta qui con noi il sole escende giá, y la explanada se tenía del rojo de los rayos del sol y sombra, el cielo se volvía oro y sangre y nosotros escuchábamos al sucesor de San Pedro como si nos estuviera hablando a solas. “yo confío en vosotros” nos decía.

Conmovedor fue, como no, el Ave Maria que cantó Niña Pastori. La voz de la cantante se entrecortaba a medida que cantaba la letra y se daba cuenta ante quien lo estaba haciendo.

Vosotros sois los guardianes del mañana. Di que, con catorce años, uno no es muy consciente de lo que le dicen en esos momentos, máxime sabiendo el lenguaje tan alegórico y metafórico que utilizan curas, obispos y como no el Papa. Pero quedó poso. Y hoy es el día que no paro de releer aquel discurso de Cuatro Vientos. Y me sirve de mucho.

Justo la víspera de partir hacia Madrid con mi queridísimo amigo y director espiritual, una conocida del pueblo, quinta mía, tras enterarse de que partía a ver al Papa me dijo mientras el anagrama de ETA le colgaba del cuello: “tío, estas colgadísimo, como te han comido la olla”, me callé, 5 días después volví con la contestación que me dio Juan Pablo. No tengo miedo.

El amigo Karol nos deja escritos que valen oro, medicinas para combatir la decadencia que vive actualmente la sociedad, materia de reflexión y todo un ideario filosófico y teológico.

Quien defienda los derechos del hombre, del trabador, quien ame la justicia, quien busque la verdad tiene un faro que le puede guiar en su camino.

Quien no recuerda aquella imagen del Papa Juan Pablo II poniéndose el casco de un minero indígena, mientras este le abrazaba diciendo “creemos en Dios, Santo Padre”. Justo después de esto el Papa hizo todo un alegato en pro de la dignidad del hombre y los derechos del trabajador. Algo sabría él que fue cantero, vivió dos regímenes totalitarios e inspiró un sindicato de trabajadores como Solidarnosk.

En días como hoy me acuerdo de Juan Pablo. Y mucho. Los dos de abril me resultan dramáticos. Lloré mucho. Pero eso lo dejo para el dos de abril.

Mientras tanto seguiré leyendo el Tríptico Romano.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Triste de juramentos y traiciones


Todos conocemos, o debiéramos conocer, a Antonio Gala. Unos, la gran mayoría, por su faceta de novelista, otros puede que por la de dramaturgo, otros lo conocerán como ese pintoresco señor de habla curiosa y amanerada, ese que disfruta entrando en jardines que no son suyos, ese que goza creando polémica, ese hombrecillo andaluz como el solo que va por doquier acompañado por uno de sus miles de bastones. Y la gran minoría lo conocerá por lo que en verdad es y por aquello para lo que en verdad sirve Antonio Gala. Es poeta y sirve para escribir poesía.


No le sacado mucho partido Gala a su faceta de poética. Tampoco creo que se le haya reconocido demasiado como poeta. Puede que sea por ser excesivamente clásico que, aunque no demasiado en forma, si lo es en contenido.


Gala es un poeta muy andaluz. Terriblemente andaluz. Es todo color y sentimiento. Recuerda mucho a Antonio Machado cuando habla de luces y paisajes, a Rafael de León, ese gran olvidado, cuando expresa sentimientos desamor, a Lorca en el hablar popular. Es poesía andaluza. Sin duda lo es. Es constante la evocación a aquellas tierras, bien sea por los topónimos que nombra, bien por el paisaje o el color, por lo árboles…


Uno de los mejores poemarios que he leído es de Gala precisamente. Sonetos de la Zubia. Uno de sus primeros poemarios. Simple y sincero. Recuerda a ratos, por el tono que utiliza, a otro andaluz: Bécquer. Una maravilla.


Pensad por un momento lo que puede salir de la pluma de un hombre de extraordinaria sensibilidad que acaba de abandonar la cartuja, ni más ni menos, reñido con su entorno y familia y que abiertamente declara ya su homosexualidad. Una bomba de dolor, nostalgia y melancolía. Precioso.

De esas tardes de oración en la cartuja, de ese silencio de los hijos de San Bruno, de esas cartujanas meditaciones sobre la muerte y nadedad del mundo, del dolor de saber que lo que se siente es contranatura, del querer y no poder, de la no correspondencia… de ahí nacen los sonetos de la Zubía.


El que hoy os traigo es uno de los más bellos del libro. El número 41.


Si alguno de vosotros es tan afortunado de conocer ese soneto de LopeDesmayarse, atreverse, estar furioso” o “Ir y quedarse y con quedar partirse” o aquel otro de QuevedoEs hielo abrasador, es fuego helado” reconocerá aquí algún eco de la poesía del siglo áureo. Algo más desnuda que en Quevedo, algo más dulce que en Lope.


Leéroslo y nos vemos al final.


Sonetos de la Zubía.

Nº 41


Triste de juramentos y traiciones
ya no sé si te quiero o no te quiero.
Si perdonar tú desamor prefiero
o prefiero que tú mi amor perdones.

Eres mi campo de contradicciones:
enemigo hoy, mañana compañero.
Para ser como tú, falso y sincero,
falta haría en tener dos corazones.

Ante tus puertas sin abrir me quedo.
Cansado de tú llama y tú tibieza,
ni puedo darte, ni pedirte puedo.

No le respondas nunca a mi torpeza,
pues tengo a tú respuesta tanto miedo,
que prefiero la duda a la certeza.


El baile o juego de conceptos contrapuestos aparece desde el principio. Y cualquiera que haya amado y sufrido por amor entiende este poema.


El comienzo ya es demoledor:


Triste de juramentos y traiciones
ya no sé si te quiero o no te quiero


Quien, amando locamente, no se ha sentido traicionado por la persona amada después de mil suplicas de perdón y juramentos, después de ceder, después de llorar y sufrir… todo por no perder a quien se quiere. Esa sensación de decir: “estoy dispuesto a sufrir con tal de estar contigo” y ver que al final reina la incertidumbre, la tristeza crónica… y aun estando enamorado dudar de si se ama o no se ama.


Gala entra a sangre y fuego en la sensibilidad del lector y a este no le queda más remedio que ponerse en la piel del autor, no entraré en el tema del “yo” literario que tantas discusiones me acarreó con Banús, y sentir.


La segunda parte del primer cuarteto no le va a la zaga a la primera mitad:


Si perdonar tú desamor prefiero
o prefiero que tú mi amor perdones.


Gran juego de conceptos y palabras. Perdono tu desamor, aunque lo haya dado todo y tu no me quieras, pero…¡quién soy para perdonarte nada! Solamente te he molestado, perdóname el quererte. Perdóname. Me duele el mero hecho de que me duela el quererte.


Es dramático y conmovedor.


Eres mi campo de contradicciones:
enemigo hoy, mañana compañero.
Para ser como tú, falso y sincero,
falta haría en tener dos corazones.


Toma cuarteto. No creo que haya palabras para describir lo que uno siente cuando lée esto, cuando uno entiende lo que encierra este magistral cuarteto.


Esa persona querida personifica todas las contradicciones que el amor me produce. Ya estamos en completo diálogo con Lope y Quevedo. Todo es contradicción y se plasma de maravillas en los versos centrales del cuarteto: “enemigo hoy, mañana compañero”, tú “falso y sincero”. No puede vivir contigo, ni quiero vivir sin ti.


El hecho de que la misma persona nos parezca tan distinta en ocasiones no es porque el ser amado lo sea, sino, porque el enamorado al estar sometido al enamoramiento (distorsión maníaca de la realidad) en tiende la actitudes del ser querido de manera totalmente arbitraria y además es consciente de eso. Gala lo dejar ver.


El colofón del cuarteto es conmovedor. ¿Cómo puedes ser tan cabrón y tan dpm a la vez? No me lo explico. Hay que tener dos corazones para hacer eso.


Sabina, Mecano… tienen canciones en las que estas ideas y actitudes se hacen presentes.


Ante tus puertas sin abrir me quedo.
Cansado de tú llama y tú tibieza,
ni puedo darte, ni pedirte puedo.

No le respondas nunca a mi torpeza,
pues tengo a tú respuesta tanto miedo,
que prefiero la duda a la certeza.


Y que decir de estos tercetos. Estoy cansado de tus cambios de comportamiento. No me dejas que te dé, no me dejas entregarme, pero tampoco tu me das nada, no me dejas tenerte. Perdóname por quererte, perdóname otra vez y no respondas bruscamente a mi torpeza, aunque ya se que no te puedo querer no lo puedo evitar y te quiero. Pero no quiero que llegue esto a una resolución. No quiero acabar con esto. Por eso no abriré las puertas, por eso no quiero saber tu respuesta, no vaya a ser que eso signifique el perderte. Prefiero pensar que no me quieres tener firme conocimiento de ello. Prefiero seguir queriéndote sufriendo, a no sufrir y perderte.


El amor tiene algo de masoquista. “olvidar el provecho, amar el daño” diría Lope, “es herida que duele y no se siente” diría Quevedo, “aunque a veces tu orgullo me tortura de mi puesto de amante no dimito” diría Rafael de León, y otros tantos que magistralmente hablaron sobre el amor.


Espero que os haya gustado este soneto de Gala. Habrá más.