jueves, 21 de enero de 2010

¿Maldición bíblica?

Según se lee aquí, algún misterioso maleficio ha debido de padecer Haití para merecer tanta desdicha a lo largo de su historia. La razón sería la sinrazón: una especie de "maldición bíblica" (sic) que se habría apoderado de ese país sin que éste tuviera culpa alguna. Todo vendría de la dichosa maldición, lo monstruosamente inexplicable, el caos que se confunde con la divinidad.

Es como mínimo curioso que cierto progresismo, tan racionalista él, recurra a explicaciones míticas de vez en cuando. ¿Por qué Haití no ha sido un paraíso, se sigue preguntando candorosamente nuestro articulista, si fue un ejemplo extraordinario para el mundo al ser el único país nacido de una rebelión de los parias de la tierra? Pues, por eso justamente amigo mío, porque nació de la violencia y el terror más absolutos. Los nuevos amos fueron ex-esclavos que imitaron con la mayor ferocidad a sus antiguos opresores. No suprimieron el racismo, porque eso lo habían mamado de sus señores franceses: mandaron exterminar a los blancos y enseguida se dedicaron a esclavizarse unos a otros. De hecho, las disputas entre mulatos y negros han sido constantes desde entonces. Además, los haitianos tuvieron gobernantes enloquecidos que siguieron los usos de la metrópoli explotadora que los trajo desde las costas africanas. En parodia grotesca de Napoleón, el ex cocinero Henri Christophe llegó a proclamarse rey de Haití y construyó seis castillos, ocho palacios y una fortaleza disparatada en el norte de la isla, antes de suicidarse por miedo a sus súbditos sublevados. Lo cuenta el mismo Carpentier en El reino de este mundo.

Muchos desastres naturales ha sufrido América pero en ninguno de ellas, creo recordar, ha sucedido el estado de colapso que padece la ex colonia francesa. Al margen del nivel espantoso del terremoto, hay otras razones -y no bíblicas, precisamente- que permiten entender mejor todo: la miseria del país es la fundamental y ésta, a su vez, se debe al estado tradicional de anarquía que ha vivido Haití.

Una sociedad no puede vivir sin instituciones: sin justicia, iglesia, parlamento, organización sanitaria, policía... Es verdad que en otros países -pienso en la catástrofe de El Niño en Perú, en los endémicos huracanes y terremotos en centroamérica- la devastación ha sido enorme. Pero no hasta el punto de necesitar ayuda militar del extranjero para evitar la anarquía total. La diferencia de Haití con las repúblicas hispanoamericanas hay que buscarla en que éstas nacieron de una rebelión de las élites criollas. Con sus luces y sus sombras, los próceres de la Emancipación pusieron en marcha unos países que querían ser institucionales. Esta es la diferencia que marca a unos países de otros cuando vienen las catástrofes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por añadir cordura a las quijotadas.