miércoles, 17 de febrero de 2010

Sobre Unamuno


De los llamados autores de la Generación del 98, cuyo nombre todavía no sé muy bien de dónde nace y más ahora que me dicen que no existe división entre noventayochístas y modernistas, hay un escritor que desde la adolescencia me ha encantado. Por su forma de ser y hablar, de pensar y actuar, de entender la realidad y defenderla así, por su preparación e intelectualidad, por sus polémicas no buscadas pero firmes. Don Miguel de Unamuno.

Es uno de esos autores a los que todo el mundo nombra pero me da a mi que sin llegar a apreciarlo como se merece. No fue un poeta sublime, no era la técnica hecha pluma. Era un poeta desgarrador. Tal cual. Puede que su admiración por Kierkegaard, un gran filósofo no apto para los corazones otañales, tenga algo que ver con eso.

Vasco de pura cepa adoptó una visión hacia lo euskaldun que todavía no termino de comprender pero que tiene grandes destellos de verdad oculta y grandes barbaridades creo que dichas desde el rencor. Sea como fuere lo vasco estuvo presente en su pensamiento y obra, de hecho cuando el infame Millán Astray, en la apertura de curso de la Universidad de Salamanca, dice (creo que parafraseando una carta de San Pablo a los coríntios muy mal entendida) que hay que exterminar a vascos y catalanes por ser el cáncer de España salta Don Miguel airadamente diciendole al tullido general que se calle la boca, que el obispo de Salamanca es catalán (el que más tarde seria el Cardenal Azobispo de Toledo Plá y Deniel) y él mismo (rector de la universidad) era vasco y nadie podía poner en duda su españolidad (vaya palabro).

"Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (...) Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...».

Es entonces cuando comienza una de las polémicas más intensas, interesantes y en el fondo desconocidas del siglo XX. El follón entre Unamuno y Astray en el que al final terminó por entrar Pemán (con bastante poca fortuna), creo que Ridruejo y no estoy seguro si también D'ors. La cuestión es que la ignorancia es terriblemente atrevida y Millán Astray, al verse rodeado de gente de su cuerda sacó pecho y empezó a soltar una serie de imbecilidades que encolerizaron a un Unamuno que en principio no tenía demasiada intención de hablar, ¡Viva la muerte!, ¡ y barbaridades por el estilo. Don Miguel se levanta y le manda un recado al general:

Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de «¡Viva la muerte!». Esto me suena lo mismo que «¡Muera la vida!». Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. (...) El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada... Millán Astray enervado grita: Muera la inteligencia! Unamuno le replica:

¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España». El follón que se montó fue del 15. La mujer de Franco agarró del brazo al pensador bilbaino y lo llevó hasta su casa. No se supo más de Unamuno hasta que unos meses después murió. Y sufrió lo indecible, no por su salud, sino por España.

Hoy que la historia se está sometiendo a un revisionismo casi diario y total convendría recordar y recuperar grandes frases de Unamuno que tienen gran valor precisamente por ser ideas que hablan sobre una contienda coetánea al autor. Son ideas que parece que han salido de la crítica y la historiografía posterior pero que sin embargo Don Miguel vió de inmediato al decir que la contineda civil era en verdad una guerra internacional, la antesala de la segunda gran guerra. Tiene también nuestro poeta en una de sus últimas entrevistas una apreciación que encaja perfectamente con la de otros autores de época pero que la cerrazón de unos y de otros ahogó en el mar del odio:

La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo...

Recuerda a aquellos versos de Machado:

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

No sé cómo he acabado hablando de esto cuando yo quería hablaros de la poesía de Unamuno. Otro día será. Lo que sí quiero hacer es acabar esta entrada con un fragmento de su última entrevista:

En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario.

Pues eso, puede que por eso le tenga tanta simpatía a Don Miguel, porque como él y en el mismo sentido, yo también me siento un solitario.



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