jueves, 18 de febrero de 2010

fragmento del Tríptico Romano


Hace ya unos años, en el 2003, la UCAM dió a la imprenta en castellano un precioso libro llamdo Tríptico Romano. El original era en polaco, yo lo leí en italiano y hace un par de años me topé con la edición castellana. Hasta aquí nada fuera de lo normal. La custión es que el pomario es una reflexión hecha contemplando la capilla Sixtina y es el último pomario de uno de los grandes poetas polacos del XX. A algunos puede que os suene el nombre de Karol Jozef Wojtyla.
Os pongo un fragmento que no es precisamente precioso por cómo está traducido pero creo que transmite de maravilla la reflexión del poeta:


Imagen y semejanza


«Dios creó al hombre a su imagen, según su semejanza,
los creó varón y mujer —
y vio Dios que era muy bueno
ambos estaban desnudos y no sentían vergüenza».
¿Es posible?
No lo preguntes a los contemporáneos, sino a Miguel Ángel,
(¿¡quizás también a los contemporáneos!?).
Pregunta a la Sixtina.
¡Cuanto está dicho en esas paredes!

El principio es invisible. Aquí, todo lo indica.
Toda esta exuberante visibilidad, liberada por el genio humano.
Y también el final es invisible,
aunque caiga en tu Mirada, caminante,
la visión del último Juicio.
¿Cómo hacer visible, cómo traspasar los límites
del bien y del mal?
¡El principio y el final, invisibles, emanan hacia nosotros
desde estas paredes!

«En Él vivimos, nos movemos y existimos».
¿Es Él solamente el espacio de la existencia de los existentes?

Es Creador.
Al crear y sostener en la existencia, abarca todo
—Hace según la semejanza.
Cuando Pablo apóstol habla en el Areópago
se expresa en sus palabras toda la tradición de la Alianza.
Cada día se terminaba allá con las palabras:
«Y vio Dios que era bueno»,

Vio, descubría la huella de su Esencia —
Hallaba su resplandor en todo lo visible.
El Verbo Eterno es como si fuera un umbral
tras del cual vivimos, nos movemos y existimos.

Hombre (Yo)

¿Por qué precisamente se dijo este día:
«Y vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno»?
¿No lo niegan los hechos?
¡Por ejemplo, el siglo veinte! ¡Y no sólo el veinte!
No obstante, ningún siglo puede ocultar la verdad
de la imagen y la semejanza.

Miguel Ángel

Se encerró antaño con esta verdad en el Vaticano,
para salir de allí, dejando la Capilla Sixtina.

«Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó;
varón y mujer los creó.
Ambos estaban desnudos
y no sentían vergüenza»!
Y vio el Creador que era muy bueno.
¿Acaso no es El quien ve todo en toda la verdad?
Omnia nuda et aperta ante oculos Eius —

Ellos

Ellos también, en el umbral de los hechos,
se ven a sí mismos en toda la verdad:
ambos estaban desnudos...
Ellos también se volvieron partícipes de esta visión
que les traspasó el Creador.
¿Acaso no quieren seguir siendo así?
¿Acaso no quieren ir recuperando esta visión de nuevo?

¿Acaso, para ellos mismos, no quieren ser verdaderos
y transparentes —
como lo son para Él?
Si es así, cantan el himno de gracias,
un Magnificat del fondo del alma humana
y, entonces, ¡con qué profundidad sienten
que precisamente «En Él vivimos, nos movemos y existimos» —
precisamente en Él!
Es Él quien les permite participar de esta belleza
que les insufló!
Es Él quien les abre los ojos.

Antaño, Miguel Ángel, al salir del Vaticano,
dejó la policromía cuya clave es «imagen y semejanza».
Según esta clave, lo invisible se expresa en lo visible.
Presacramento.

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