Hoy rescato este maravilloso soneto de Lope publicado en las Rimas sacras. Es uno de esos muchos sonetos qu nacen de la pluma de Lope en su época de arrepentimiento. Impresionante.
Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro,
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto
y la piedad de vuestro pecho admiro.
Tal vez el alma con temor retiro,
tal vez la doy al amoroso llanto;
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto
y la piedad de vuestro pecho admiro.
Tal vez el alma con temor retiro,
tal vez la doy al amoroso llanto;
que arrepentido de ofenderos tanto,
con ansias temo y con dolor suspiro.
Volved los ojos, a mirarme, humanos,
que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos;
no sean tantas las miserias nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.
con ansias temo y con dolor suspiro.
Volved los ojos, a mirarme, humanos,
que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos;
no sean tantas las miserias nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.
Nos dice Lope que cuando alza la forma en la congración, recordemos que el fénix llegó a ordenarse sacerdote, cuando alza a la v´ctima del sacrificio eucarístico e asusta, se ruboriza de que algo tan puro pueda ser sostenido en sus pecadoras manos. Dios se deja coger por pecadores.
Ahí vienen las reacciones encontradas de Lope, las sensciones que no se explican, el arrepetimiento, la incapacidad de entender cómo Dios después de haber sido tantas veces ofendido por el que hoy lo sostiene en el altar todavía se deja.
El último terceto es impresionante: no sean tantos mis pecados para que dejes de tu mano, de tu amparo, a este que hoy indignamente te recg en las suyas.
Un santo pecador y un excelente poeta.
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Gracias por añadir cordura a las quijotadas.