Sin duda la he tenido. Sobre todo en el tema de amistades y conocidos. Estos dos últimos años están siendo los mejores de mi vida en ese aspecto. La universidad está siendo, para este que escribe, un lugar de encuentro e intercambio de amistad, conocimiento, formas de pensar y actitud frente al mundo.
La universidad me está regalando muchas cosas. Y eso que los dos primeros años fueron horribles. HORRIBLES. Pero las cosas cambiaron hace dos años y, francamente, para bien.
Es interminable la nómina de brillantes personas que he conocido y que están aportando mucho a mi vida.
Desde profesores como Carlos Mata, Carmen Pinillos, Javier Azanza, Ricardo Fernández-Gracia, Asier Barandiarán, Julia Urabayen, Enrique Alarcón, Enrique Banús, Jesús Longares... gente de gran ciencia y sabiduría en su campo de los que me estoy nutriendo intelectualmente y a los voy a estar agradecido eternamente por su aportación y su apoyo en el plano personal y académico.
Soy raro y ellos lo notaron. Por lo que se ve, y no como a muchos, le gustó mi rareza y desde el día que los conocí me acompañan. Y bien orgulloso que estoy.
Y por otro lado está esa gente que estudia en la universidad. De mi carrera o de otras, pero gente que vale la pena (que no es algo común entre los universitarios, ya que, conociendo a mucha gente uno se pregunta que qué hacen ahí).
Y la nómina de amistades es grande. La de conocidos también.
Anaïs Egea Albero, mi Anaïs, esa que vaya usted a saber la razón se ha preocupado tanto por mí, me ha entendido mejor que yo mismo y ha sido una de las cosas más grandes que me llevo de la universidad aunque no la haya sabido apreciar como se debe. Y todo lo que me queda por aprender de ella...
Julen Carreño, el gran descubrimiento de la carrera de Humanidades, esa carrera llena de gente plana y corta de miras que ha acabado estudiándola de rebote o porque tenía que estudiar algo. Un exquisitez de persona, una locura de mente, una rara avis de la abogacía, un poeta. Otra persona que día a día no deja de sorprenderme y enseñarme.
David Guajardo, el mejicano enamorado de la sidra y los bertsos que no entiende. Un José Alfredo Jimenez echado a perder por culpa de la horrible poesía francesa, jaja. Es el hombre con el cual cada cena acabo haciendo un repaso a los grandes y pequeños éxitos del poeta José Alfredo y Paquita la del Barrio.
Mi amigo José Alberto el puertorriqueño con el cual lograré algún día la independencia de Puerto Rico. Un hombre que me ha hecho revivir la nostalgia por la revolución y por aquellos tiempos que jamás llegué a conocer.
Ricardo Huamán, personaje curioso, estudioso del inca Garcilaso y una fuente inagotable de saber y cultura con el cual comparo mi lengua madre, el euskara, con la suya, el Kechua.
Y mucha gente más.
Entre mis conocidos; Pablo Blanco, Adrián Sáez, Luigi Riolino, Naym... y un sin fín de personas a loas que no conozco en profundidad pero a la que admiro por sus cualidades y forma de ser, inquietudes y empeños, en fin, por lo que son y lo que hacen.
Suerte. Mucha suerte. Por sentirme en un entorno intelectual activo, dentro de un grupo de personas que valen la pena, gente mañana dará qué hablar y estaré orgulloso de haberlas conocido.
Hoy me siento afortunado. No quiero olvidar a toda esa gente que por diversos motivos hoy no la tengo cerca pero que, sin embargo, son y fueron grandes, al menos para este aprendiz de todo, como son; Asier Lalueza, Imanol Calvo, Javier Olabe, Mikel Grciandía, Joxe Mari Elgorriaga...
Hoy estoy sentimental y tonto y me quiero decir lo que pienso y agradecer a esa gente el simple hecho de exista.
Así, al menos, el mundo no parece tan hijo puta e insufrible. Puede que sean excusas para pensar que este jardín de rosas letales, que decía D.Dámaso Alonso, merece la pena ser vivido. Hay esperanza.
Desde el feudo de Sancho Panza, desde mi Ínsula Barataria, eternamente agradecido a todos:
Egoitz
Me has emocionado, Egoitz. No creo que me merezca este homenaje, pero te lo agradezco igual. Sabes que tú también eres muy valioso para mí, muchísimo. Un besazo.
ResponderEliminarla verdad cuando es tan pura no cuesta confesarla.
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